Seeking the Face of the Lord
La casa del Obispo Bruté ayuda a incentivar una nueva ‘cultura de vocación’
Algunas veces suceden cosas importantes de modo casi imperceptible y sin mucha fanfarria. A finales de agosto de 2004 inauguramos la Casa de Formación del Obispo Simon Bruté en Marian College de Indianápolis, para seminaristas universitarios. Se trata de un lugar y de un programa para jóvenes caballeros que sientan la inquietud del llamado de Dios al sacerdocio. Estos jóvenes desean y necesitan decidir si deben ir tras su vocación sacerdotal.
Estamos proporcionándoles un ambiente y un programa donde pueda tomarse este tipo de decisión prudente y libremente En su segundo año, el número de seminaristas alojado en Saint Francis Hall en el recinto universitario Marian College se duplicó, lo cual podría suceder nuevamente durante el otoño de este nuevo año.
En realidad, la idea de una casa de formación surgió a partir de conversaciones sostenidas con jóvenes quienes expresaron que les gustaría vivir con chicos que compartieran su parecer durante su época universitaria. Indicaron que desearían contar con cierta estructuración en sus vidas, especialmente en lo atinente a la oración y la misa diaria. También comentaron que les ayudaría contar con sacerdotes a su alcance.
Esta empresa cuenta con el favor de Dios y nos sentimos agradecidos. En la oración dedicatoria le pedimos al Señor “que esta casa sea, en efecto, una escuela de oración y un centro de enseñanza divina de modo que quienes vengan aquí descubran cómo Dios elige conducirlos al camino del servicio a la Iglesia y al mundo.”
Rezamos por que “a través de la oración tu Espíritu guíe a estos jóvenes a buscar el camino de tu verdad; para que si estás llamándolos como futuros ministros de Cristo, respondan con corazones generosos y una voluntad decidida.”
Oramos para que “aquí crezcan acostumbrados a ofrecer sacrificios espirituales y por medio de la celebración de la liturgia, experimenten el poder salvador de los sacramentos.”
Rezamos “para que su obediencia los lleve a seguir al Buen Pastor.”
Destaco la Casa de Formación del Obispo Bruté ya que, además de la labor importante de proporcionar una oportunidad accesible para que los jóvenes determinen si Dios los está llamando al sacerdocio en un programa de formación diseñado para tales fines, estamos experimentando otro beneficio. Creo que la existencia de la Casa de Formación del Obispo Bruté, junto con nuestro programa arquidiocesano de ministerios juveniles, han despertado una nueva “cultura vocacional.”
¿A qué me refiero con una nueva “cultura vocacional?”
Sencillamente significa que, en general, nuestra juventud y los jóvenes adultos piensan más en la idea de la vocación. No quiero sugerir que la vocación al sacerdocio es la única en la que piensan. El hecho de que 17 jóvenes católicos estén inscritos en el programa de formación Obispo Bruté del Marian College tiene el valor agregado de alentar a otros jóvenes y jóvenes adultos a preguntarse acerca de cuál será plan específico que Dios tiene reservado para ellos.
Nuestro programa juvenil arquidiocesano apoya este incentivo. Al igual que la empresa del Obispo Bruté, nos sirve de ayuda el comunicar que el bautismo inicia a todos en el camino a la santidad. Todos los bautizados están llamados a vivir una vida santa de alguna forma específica. La vocación más común de los católicos es vivir la fe como laicos, ya sea casados o solteros, y hacerlo en las cosas cotidianas.
Asimismo, algunos de nosotros estamos llamados a la santidad como hombres o mujeres consagrados que viven como testimonio especial del Evangelio en la Iglesia y en el mundo. Las hermanas y hermanos religiosos, así como los sacerdotes son obsequios únicos para la vida de la Iglesia. Y, por supuesto, algunos de nosotros estamos llamados a ordenarnos como diáconos o sacerdotes en el ministerio de la Iglesia.
El llamado bautismal a la santidad es la base de todas las vocaciones. Por diversas razones, la conciencia de dicho llamado fundamental, que todos compartimos, parece haber disminuido con los años. Y con dicha disminución también se ha esfumado la atención al llamado de Dios a las vocaciones religiosas y sacerdotales. ¿Por qué ha habido una disminución en la conciencia a la vocación en general?
Los valores predominantes de nuestra cultura eclipsan los valores espirituales que fomentan la conciencia vocacional. Nos vemos arrastrados por los valores seculares y materiales que, de hecho, militan en contra del espíritu generoso necesario para el servicio a la Iglesia y el mundo. Durante algún tiempo no se hacían grandes esfuerzos para emitir una invitación a considerar el llamado a la santidad en general, y a servir como religiosos y sacerdotes, en particular.
Hoy en día muchos de nuestros jóvenes y jóvenes adultos están buscando soslayar los valores excesivamente materiales en pos de un significado más profundo de la vida. Francamente los encuentro atentos de buena gana a la orientación espiritual. Junto con los compañeros que comparten su visión, son un indicio de esperanza para el futuro.
¡Ellos se merecen nuestro apoyo entusiasta! †