February 17, 2006

Seeking the Face of the Lord

Uniendo nuestros panes y peces en favor de todo
el pueblo de Dios

De vez en cuando, recibo cartas de parroquianos que no entienden por qué deben compartir parte de las ganancias de la campaña el Legado de nuestra misión: para los niños y el futuro, con la misión mayor de la Arquidiócesis. Una carta reciente expresaba que cada parroquia debería simplemente ocuparse de sí misma.

Recuerdo algo que leí en un libro inspirador, El pan del mundo, escrito por el Cardenal Carlo Martini, quien es hoy en día un arzobispo Jesuita jubilado de Milán. Me impactó la descripción del cardenal sobre su institución como arzobispo.

Escribió que alguien que lo vio parado en el podio en la plaza delante de la catedral antes de proclamársele, observó: “se veía consternado ante tantas personas, como si se estuviera diciendo a sí mismo ‘¿dónde encontraré suficiente pan para alimentarlos a todos?’ ”

Ante las múltiples necesidades materiales y espirituales de nuestra arquidiócesis aquí en Indiana Central y del sur, me sentí inmediatamente identificado con el cardenal. Y estoy seguro de que mucho de ustedes también.

El cardenal reflexionó acerca del significado del milagro obrado por Jesús con cinco panes y dos peces (Mt 14:13-21). Recordemos el contexto: Era de tarde; se encontraban en un lugar desierto y había una muchedumbre hambrienta. Jesús se compadeció de ellos y quiso alimentarlos a todos. Los discípulos dijeron: “Despide pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.” Cinco panes y dos peces era todo lo que tenían los discípulos. “Traédmelos acá,” dijo Jesús.

En pocas palabras, el cardenal resaltó que Jesús no desea comenzar a construir el reino a partir de la nada; él no desprecia lo que tenemos. No nos dice: “¿Por qué has hecho tan poco? ¿Por qué no planeaste con anticipación?”

Jesús nos pide que le llevemos aquello que tengamos. Al igual que Pedro y sus amigos quienes trabajaron arduamente (toda la noche), para conseguir su pesca, debemos ser generosos con aquellos que obtenemos por medio de nuestra ardua labor, nuestro sudor y nuestra aflicción. Y debemos llevarle el pan de nuestro sufrimiento o la amargura que se nos presente, o, en ocasiones, incluso nuestros corazones rotos, sin mencionar, por supuesto, nuestras dádivas. Jesús utiliza lo poco que tengamos para obrar milagros en favor de muchos. Quizás este sea el verdadero milagro de los cinco panes y los dos peces.

Jesús hizo algo por cada una de las personas presentes en ese grupo hambriento. Se compadece por todos aquellos que estaban hambrientos, no simplemente por los cinco que eran sus amigos y discípulos. Y de este modo, nos pide que formemos parte de una Iglesia en la cual nadie se guarda cinco panes y dos peces únicamente para sí mismo. No aceptará que digamos: “Envíenlos a casa, no tenemos suficiente comida para alimentarlos.” Debemos ofrecer aquellos que tengamos por el bien de todo su pueblo. Jesús obra el milagro y lo extiende mucho más de lo que nunca podríamos imaginarnos.

El Señor toma nuestros humildes orígenes y hace grandes cosas con ellos. Me temo que a veces, en lo que respecta a fe, religión, santidad y oración, queremos decir: “Señor, no estoy listo, no todavía. No soy digno.” El Cardenal Martini escribió: “Jesús insiste: ‘Tráeme lo que eres, como eres; ofréceme aquello que tengas para que pueda yo usarlo en pos de la salvación de un pueblo.’ Nos pide que confiemos en él, que creamos en su poder.”

Todo esto es otra expresión de un tema que me ha impactado desde los primeros días de consternación de mi propia institución como arzobispo de Indianápolis. “Juntos podemos servir al Señor. La arquidiócesis somos todos nosotros, no simplemente la oficina sede localizada en el 1400 North Meridian.” El tiempo, el talento y los tesoros que compartamos van para todos aquellos que más lo necesitan, no para la administración de la arquidiócesis. Por medio de la gracia de Dios, por medio de los milagros que el Señor obra en nuestros propios tiempos, hay mucho que podemos lograr juntos y que no podríamos realizar a través de esfuerzos individuales y desligados. Si unimos nuestros pocos panecillos y peces, llegarán mucho más lejos para bien de mucha más gente. Todos debemos asumir nuestra responsabilidad en la misión de nuestra Iglesia. Sé que estamos de acuerdo en que no podemos ser simplemente “tomar.” Debemos ser “dadores.”

Ciertamente entiendo que en ocasiones, nuestra propia necesidad o las necesidades de nuestra propia comunidad parroquial, parecen abrumadoras. Y aun así, se nos pide que compartamos nuestros pocos panecillos y pescados. El Señor bendice con creces nuestros sacrificios. Debemos ofrecer nuestro tiempo, talentos y tesoros, independientemente de lo pequeños o exiguos, o de lo grandes y abundantes, para bien de muchos. Porque “es de tarde y están lejos de casa.” †

 

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