Buscando la
Cara del Señor
‘¡No teman!’ es el mensaje que resuena fuerte y claro en esta Navidad
Una de las cosas más hermosas de la Sagrada Escritura es que sus textos que se nos antojan antiguos y conocidos parecen al mismo tiempo muy nuevos y oportunos.
Al reflexionar sobre las lecturas bíblicas asignadas para la misa de gallo me parece que en este año son más pertinentes que en ningún otro que recuerde.
Del profeta Isaías leemos: “El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido. Has aumentado su alegría y se alegran ellos en tu presencia como cuando recogen la cosecha ...” (Is 9:1-2).
Este año nuestra celebración de la Navidad se desarrolla en momentos de incertidumbre económica y social. Sucede en una época de transición de nuestros líderes gubernamentales. Las transiciones en las instituciones políticas vienen acompañadas de renovadas expectativas y esperanzas, al tiempo que producen una sensación de inseguridad.
Nuestra segunda lectura de Navidad es de la carta de San Pablo a Tito. En ella leemos: “En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Ti 2:11-13).
Como pueblo de fe cristiana que cree que Dios es el creador y el origen de todas las cosas buenas y que Jesús es el Hijo de Dios, sentimos cierta preocupación por la instauración de métodos ateos en nuestros tiempos, en respuesta a un movimiento laico que pone a Dios al margen del foro público.
La puntualidad del mensaje bíblico de esta Navidad nos llama a estar atentos a los efectos de una cultura que propone los valores materiales como el objetivo supremo de la vida humana.
Vivir de manera justa en nuestros días supone el reconocimiento de la dignidad humana y los derechos naturales de ésta, incluyendo la vida humana no nacida y todo su espectro, que abarca incluso la muerte natural.
El mensaje de San Pablo de vivir con temple resulta ciertamente oportuno en estas épocas de incertidumbre económica. Nos alienta a vivir devotamente, es decir, como personas que viven según su creencia, como cristianos dedicados.
El evangelio de la misa de gallo posee características especialmente realistas. El llamado a que los ciudadanos de Palestina se inscribieran en el censo y el hecho de que José y María fueron desde Nazaret en Galilea, hasta Belén en Judea para cumplir con la ley, resulta irónico. El Salvador del mundo nacería en un contexto muy interesante.
Hoy en día, mientras oímos sobre la crisis de vivienda, el hecho de que José y María no pudieran encontrar albergue en una posada para el nacimiento del Salvador del mundo toca una fibra especialmente sensible en nosotros.
Jesús debió nacer de unos padres sin hogar en un establo. María lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Tristemente hoy en día mucha gente vive la amenaza y la realidad de no tener un hogar. Que ellos encuentren algo de consuelo en la noción de que están en excelente compañía.
El anuncio del nacimiento del Salvador del mundo llegó primero a los humildes pastores de los campos de Belén. El ángel del Señor se les apareció y Su gloria brilló sobre ellos. No es de sorprender que los embargara un gran temor.
Pero este es el mensaje que recibimos de tiempos ancestrales: Y “el ángel les dijo: ‘No tengan miedo ...’ ” (Lc 2:10).
El ángel Gabriel le había dado el mismo mensaje a María al anunciarle que iba a ser la madre del Salvador. El mismo mensaje “No temas ...” le fue dado a José más de una vez al convertirse en el padre adoptivo del Salvador del mundo.
“¡No temas!” Es el mensaje que nos llega en esta Navidad y que resuena fuerte y claro. Resuena con gran fuerza y verdad como un mensaje de esperanza y júbilo, independientemente de las circunstancias que vivimos.
Resulta un mensaje de esperanza porque “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: ‘Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad’ ” (Lc 2:11-14).
No temas. Somos un pueblo de fe inquebrantable porque gozamos de la buena voluntad de Dios.
Al final, nada más importa. Y así nosotros también continuamos cantando Gloria a Dios en las alturas. Y rezamos por la paz para todos aquellos que gozamos de Su buena voluntad.
¡Que tengan una Navidad llena de esperanza! †