Buscando la
Cara del Señor
Manténgase fielmente en contacto con Dios a través de la oración sencilla
La semana pasada en mi reflexión acerca de la oración, mencioné que para mi meditación diaria casi siempre uso un libro que me sirve de guía y me mantiene concentrado.
Hace un par de semanas, mientras meditaba con la ayuda de un libro de reflexiones titulado “Hablar con Dios” (Volumen Tres, Scepter Press), me topé con una cita del padre Eugene Boylan. Su libro, This Tremendous Lover (El amor supremo), ha sido uno de mis predilectos desde los días de mi noviciado en Saint Meinrad, hace alrededor de 50 años.
En su libro, “Hablar con Dios,” Padre Francisco Fernández ofrece una reflexión sobre el “Abandono en Dios y la responsabilidad.”
Mientras enfatizaba que con mucha frecuencia no sabemos qué nos conviene, Padre Fernández cita al Padre Boylan: “y lo que hace aún peor la confusión es que creemos saberlo. Nosotros tenemos nuestros propios planes para nuestra felicidad, y demasiado a menudo miramos a Dios simplemente como alguien que nos ayudará a realizarlos. El verdadero estado de las cosas es completamente al contrario. Dios tiene Sus planes para nuestra felicidad, y está esperando que Le ayudemos a realizarlos. Y quede bien claro que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios” (cr. Vol. 3, p. 624).
Abandonarse a este tipo de confianza en Dios no resulta fácil. Aquellos de nosotros que somos mayores y hemos andado por el camino de la vida desde hace ya muchos años, sabemos que esto es cierto.
Hemos experimentado suficientes reveses en nuestros planes como para darnos cuenta de que no controlamos la vida como desearíamos. Ya sea el desconsuelo de haber perdido a un ser querido, la ansiedad debida a una enfermedad grave padecida por nosotros mismos o por otros cercanos a nosotros, una enorme pérdida económica o la aflicción que produce la traición de un amigo, resulta evidente que la vida tiene obstáculos.
No creo que Dios desee que suframos estos “obstáculos” en el camino de la vida. Pero los permite. Pienso que por cada infortunio o situación adversa que se nos presenta en la vida, existe una gracia especial de Dios para ayudarnos.
En ocasiones quizás no lo parezca, pero el amor de Dios siempre está con nosotros y generalmente salimos del atolladero. Las dificultades sobrevienen cuando creemos que podemos valernos por cuenta propia y que así debemos actuar.
Tal vez nos enfrascamos en nuestros planes para alcanzar el éxito en nuestra vocación, en la profesión u oficio de nuestra elección y nos olvidamos de que existe un Dios que tiene Sus propios planes para nosotros. Olvidamos cuánto nos ama y esa es la fórmula para nuestra caída.
Esto no significa que debemos asumir una actitud pasiva ante la vida. Dios espera que nos abramos paso utilizando los talentos y dones que nos ha entregado, pero ciertamente desea que lo tomemos en cuenta. Evidentemente esto sirve de contexto para ser fieles en la oración, para mantenernos cerca de Él todos los días de forma sencilla.
El fin de semana del Día del Trabajo me recuerda a papá quien nació el 4 de septiembre de 1906 y murió cerca de cumplir los 90 años. No tuvo una vida fácil, especialmente durante sus primeros años, durante la Gran Depresión. Trabajó arduamente para crear un hogar para mi madre, mi hermano y yo.
Como para todo el mundo, las cosas no siempre salían del modo que le habría gustado. Pero se mantenía firme, como un hombre fiel que creía en Dios.
En todo momento, mi papá conservaba una serenidad pacífica y ecuánime. Debo creer que era porque siempre tenía presente a Dios y no vacilaba. Estoy seguro de que su pérdida más grande fue la muerte prematura de mamá.
He mencionado antes lo mucho que me impresionaba escucharlo orar en voz alta cada mañana, antes del desayuno, aun estando solo. Esto lo sé porque a veces dormía hasta más tarde que él y lo escuchaba rezar. En lo que quiero enfatizar esta semana es que mantenerse en contacto con Dios no tiene que ser algo complicado. Pero debe ocurrir fielmente.
El padre Boylan nos recuerda que Dios tiene un plan para nosotros. A lo largo del camino siempre habrá dificultades inevitables que pueden herirnos o poner a prueba nuestra fe. Lo que marca la diferencia es si estamos dispuestos o no a abandonarnos en las manos de Dios.
La oración nos ayuda a mantenernos cerca de Dios, aunque no se sienta tan bien. La oración nos ayuda a mantenernos alerta con respecto al objetivo final de cada vida.
Independientemente de lo que suceda, vivimos para que algún día se nos dé la bienvenida a la Casa del Padre.
Al final, nada más importa. †