Cristo, la piedra angular
El Papa San Juan Pablo II fue un testigo del amor
“El Verbo de Dios se hizo carne y vino a habitar en el mundo. Nos reveló que Dios es amor, y nos dio el mandamiento nuevo del amor.” (Papa San Juan Pablo II)
Hoy hace 43 años, el 22 de octubre de 1978, Karol Józef Wojtyła fue investido como el Papa Juan Pablo II, el primer Papa no italiano desde el siglo XVI. En sus 27 años como sucesor de san Pedro, “el Papa polaco” visitó 129 países, escribió 14 encíclicas papales y decenas de otros documentos oficiales, puso en práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II y fue responsable de muchas iniciativas mundiales, como la Jornada Mundial de la Juventud, el Gran Jubileo de 2000 y la elaboración y publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
Mucha gente se refiere a él como “San Juan Pablo el Grande,” que aunque no es una designación oficial de la Iglesia, es un reconocimiento popular de la enormidad de sus logros y del efecto que tuvo su liderazgo espiritual, especialmente en los jóvenes. El Papa polaco, que conoció de primera mano los horrores de la Alemania nazi y la opresión de la Unión Soviética, tiene el mérito de haber desempeñado un papel importante en la disolución del comunismo en su Polonia natal y, en definitiva, en toda Europa.
Tal vez el mayor logro de Juan Pablo II fue su testimonio constante del amor de Dios revelado con mayor fuerza en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Se podrían dar muchos ejemplos, pero la respuesta del Papa a su intento de asesinato por parte de un hombre armado de nacionalidad turca en la fiesta de Nuestra Señora de Fátima en 1981, resulta especialmente notable. Dando crédito de supervivencia a la intercesión de la Virgen María, el Papa Juan Pablo II dijo:
“¿Acaso podría olvidar que el suceso en la Plaza de San Pedro ocurrió el día y a la hora en que se recuerda, desde hace más de 60 años, la primera aparición de la Madre de Cristo a los tres pastorcitos pobres en Fátima, Portugal? Porque en todo lo que me ocurrió ese mismo día, sentí esa extraordinaria protección y cuidado maternal, que resultó ser más fuerte que la bala mortal.”
En diciembre de 1983, visitó en la cárcel al que habría sido su asesino. Juan Pablo II y Mehmet Al Ağca hablaron en privado durante unos 20 minutos, luego de lo cual el Papa declaró: “Lo que hablamos quedará en secreto entre él y yo. Le hablé como a un hermano al que he perdonado y que tiene toda mi confianza.”
Perdonar a su enemigo podría esperarse de un líder espiritual como Juan Pablo II, pero referirse a él como “un hermano” que tiene “toda mi confianza” es extraordinario se mire por donde se mire. Es una demostración de amor y misericordia al estilo de Cristo, y da testimonio de la unidad y la solidaridad de toda la humanidad a pesar de nuestras diferencias y de los pecados que cometemos unos contra otros.
Uno de los logros significativos de San Juan Pablo II fue el diálogo ecuménico e interreligioso. Durante su largo papado, el Santo Padre se acercó a otras confesiones cristianas, a los miembros de la comunidad judía, a los musulmanes y a los líderes de otras religiones del mundo. Creía firmemente que todos somos hijos de Dios y que lo que nos une es mucho más importante que lo que nos divide.
El testimonio de amor del Papa Juan Pablo II se expresó con fuerza en su larga enfermedad y en su muerte. Cuando fue elegido Papa por primera vez, era joven, atlético y enérgico, pero más de 25 años en el cargo, dos intentos de asesinato y varios encuentros con el cáncer hicieron mella en la salud física del Papa. En 2003, dos años antes de su muerte, el Vaticano confirmó que el Santo Padre padecía una forma de la enfermedad de Parkinson. A pesar de los efectos debilitantes de esta enfermedad, el Papa continuó con su ministerio, incluidos sus viajes, dando testimonio del papel que los ancianos y los enfermos pueden desempeñar en la Iglesia y en la sociedad.
Incluso después de su muerte, el 2 de abril de 2005, el Papa San Juan Pablo II continuó su testimonio del amor y la misericordia de Dios. Seis días más tarde, su liturgia fúnebre batió el récord mundial de asistencia con la presencia de cuatro reyes, cinco reinas, al menos 70 presidentes y primeros ministros, y más de 14 líderes de otras religiones. En la muerte, como en la vida, Juan Pablo el Grande fue reconocido como uno de los testigos más excepcionales de Cristo.
Se calcula que unos 4 millones de dolientes—muchos con pancartas y al grito de Santo subito! (¡santo ya!)—se congregaron en la Ciudad del Vaticano y sus alrededores. Sus deseos se cumplieron apenas nueve años después, cuando el domingo de la Divina Misericordia, el 27 de abril de 2014, el Papa Francisco celebró la misa de canonización de su predecesor.
Que la intercesión de este gran santo traiga unidad, paz y misericordia a nuestra Iglesia y al mundo. †