Cristo, la piedra angular
Santa Francisca Javiera Cabrini, patrona de los inmigrantes
“Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2241).
Mañana, sábado 13 de noviembre, se celebra la memoria de santa Francisca Javiera Cabrini, patrona de los inmigrantes.
De joven, Francisca fundó las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús en su Italia natal y soñaba con viajar a China como misionera. Incluso tomó como parte de su nombre religioso “Javiera” en honor al gran misionero jesuita que viajó al Lejano Oriente para proclamar el Evangelio a otras naciones y pueblos.
Aunque Francisca Javiera Cabrini nunca llegó a Oriente, en 1887 el Papa León XIII le pidió que “fuera hacia el oeste, no al este” para servir al gran número de inmigrantes italianos que habían llegado a Estados Unidos en la década de 1880.
La labor de la Madre Cabrini entre los inmigrantes italianos de la ciudad de Nueva York condujo finalmente a la fundación de muchos hospitales, escuelas y orfanatos en diferentes regiones de este país y también en muchos otros países. Murió en Chicago en 1917 a la edad de 67 años, y en 1946 la Madre Cabrini fue la primera ciudadana estadounidense en ser canonizada como santa. Es conocida como la patrona de los inmigrantes y de los administradores de hospitales.
Recientemente ha sido objeto de controversia en su ciudad adoptiva. En 2019, la ciudad de Nueva York patrocinó un programa llamado, “She built NYC” (que podría traducirse como “Ella construyó Nueva York”), para erigir monumentos en honor a las mujeres que han contrubido a hacer de Nueva York la gran ciudad que es. La Madre Cabrini fue la que más votos recibió de los neoyorquinos para recibir un monumento en su honor. Sin embargo, los organizadores decidieron no honrar a la Madre Cabrini con una estatua. Muchos neoyorquinos, especialmente italoamericanos, reaccionaron ante lo que algunos calificaron como una decisión “racista” y “anticatólica”. A los pocos días, la decisión fue revocada y se anunció que se construiría una estatua en honor a la labor de la Madre Cabrini con los inmigrantes y que esta se situaría en Battery Park, con vistas al puerto de Nueva York. La estatua se inauguró el Día de la Raza, en octubre de 2020.
Hacemos bien en honrar a esta gran santa, sobre todo ahora que estamos viviendo una crisis migratoria internacional, así como una pandemia que ha puesto a prueba la capacidad de los trabajadores de la salud para prestar la atención que necesitan urgentemente los más vulnerables.
Santa Francisca Javiera Cabrini, también fue inmigrante y constituye un modelo para todos. Su ministerio nos recuerda que Jesús, María y José (la Sagrada Familia) fueron una vez refugiados que huyeron de la tiranía política y de la cruel brutalidad del rey Herodes. Fueron inmigrantes que pasaron años viviendo en suelo extranjero, una situación que comparten hoy en día millones de personas que han dejado atrás sus hogares en una búsqueda desesperada de seguridad y de una mejor vida.
Como católicos, tenemos el reto de extender a todos el amor incondicional de Jesús. Debemos recibir a los extranjeros y esforzarnos por lograr que todos se sientan como en casa. Como estadounidenses, debemos apoyar los esfuerzos de nuestra nación para regular los procesos que rigen la inmigración y el reasentamiento de refugiados y, al mismo tiempo, no debemos dar la espalda a quienes vienen a nosotros, a menudo en circunstancias desesperadas, en busca de libertad y una vida mejor para sus familias.
Nuestra Iglesia nos enseña que, en todas las circunstancias se deben proteger los derechos de las personas y las familias, y anteponer la defensa de la dignidad humana a la conveniencia política o práctica. Tomamos tan en serio esta responsabilidad que las enseñanzas de la Iglesia señalan que los ciudadanos tienen la obligación de atender a su conciencia y no obedecer las leyes y las normativas que sean contrarias a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio (véase Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2242).
El testimonio de santa Francisca Javiera Cabrini nos recuerda que, independientemente de nuestra procedencia, todos somos hermanos y hermanas en Cristo, miembros de la única familia de Dios. Como ciudadanos de una sociedad libre, tenemos la responsabilidad de promover el bien común, por el bien de nuestra nación y el de la comunidad de naciones. La paz y la prosperidad deberían estar al alcance de todos los pueblos, sin distinción de raza, origen étnico o preferencia religiosa. Debemos recibir a todos, darles la bienvenida y respetar, tanto las diferencias que nos dividen, como la condición humana fundamental que nos une.
Tenemos la suerte de que nuestra arquidiócesis cuente con dos santos patronos, Francisco Javier y la Madre Theodore Guérin, que fueron misioneros incansables y que, al igual que la Madre Cabrini, se entregaron de corazón al servicio del pueblo de Dios en tierras que estaban lejos de su patria.
Santa Francisca Javiera Cabrini, patrona de los inmigrantes, ora por nosotros. †