Cristo, la piedra angular
Celebremos la amistad con Jesús en el don de la misa
“Si la Eucaristía da forma a la sinodalidad, entonces el primer paso que debemos dar es celebrar la misa de un modo acorde con el don, con un auténtico sentido de la amistad en Cristo. La liturgia celebrada con autenticidad es la primera aula y la más fundamental en la escuela del discipulado. Su belleza y sencillez deberían ser nuestra base de formación antes que cualquier otro programa de preparación estructurado.” (Informe de síntesis del Sínodo de 2023, parte I: Sinodalidad: Experiencia y comprensión, #3 “Ingreso en la comunidad de fe: La iniciación cristiana”).
Uno de los cuatro pilares de nuestro Avivamiento Eucarístico Nacional de tres años es “Revitalizar el culto.”
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “revitalizar” como “dar más fuerza y vitalidad a algo.” Entre los sinónimos de este lema se encuentranrevivificar, reavivar, reactivar o reanimar. Sin embargo, por muy importante que sea celebrar liturgias que sean dinámica (no sosas ni aburridas), la revitalización que exige el Avivamiento Eucarístico significa algo fundamentalmente diferente.
En primer lugar, no somos responsables de dar vida a nuestro culto, en particular a la sagrada Eucaristía, ya que esa obra le corresponde al Espíritu Santo quien infunde vida divina a toda la creación, incluidos nuestros actos de agradecimiento y alabanza a Dios.
Nuestro papel en la revitalización del culto consiste en dar cabida al Espíritu de Dios siendo receptivos a la Palabra de Dios, abriéndonos al don de la presencia real de Cristo en la sagrada Eucaristía y mediante nuestra “participación plena, consciente y activa” en las liturgias y prácticas devocionales que celebramos como comunidad de fe.
Tomando prestada una frase utilizada cuando el Papa Benedicto XVI visitó Estados Unidos en 2008, nuestras liturgias deberían estar “vivas en Cristo.” Esto significa que deben resonar con un auténtico sentido de la presencia de Dios en la Palabra y los sacramentos, así como en la experiencia de la koinonía (comunidad), y deben reflejar una aguda conciencia de la misión que se nos ha confiado como discípulos de Jesús facultados por el Espíritu Santo. No damos vida a nuestro culto sino que mediante la oración nos revitalizamos.
En segundo lugar, el culto sagrado no es algo que necesariamente requiera de aspavientos o ajetreos. Revitalizar el culto significa hacerlo más piadoso y más bello. Los momentos de silencio y contemplación pueden contribuir a una liturgia vibrante, elevar nuestras mentes y corazones hacia Dios, al igual que una congregación comprometida logra la plena participación en la liturgia mediante la escucha orante y uniéndose a las aclamaciones y respuestas con entusiasmo.
A veces cometemos el error de pensar que nuestras liturgias serán más vigorosas si las hacemos más atractivas al gusto moderno y por ello introducimos diferentes formas de música popular, o buscamos hacer más entretenidas nuestras homilías. Sin embargo, este enfoque por lo general resulta contraproducente ya que el culto sagrado no es una forma de entretenimiento. Ciertamente, nuestra música debe ser inspiradora y nuestras homilías deben ser accesibles para todos, pero de una forma fundamentalmente diferente a los “espectáculos” que vemos fuera del culto.
Por último, el culto auténtico atrae a la gente hacia una relación personal con Jesucristo que satisface nuestros corazones hambrientos al alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de nuestro Salvador y nos une a todos nuestros hermanos y hermanas en Cristo. La adoración vibrante es vivificante; restaura nuestra fe, renueva nuestra esperanza y nos llena del amor incondicional y eterno de Dios.
Como nos recuerda constantemente el Papa Francisco, nuestra Iglesia no existe por sí misma. Estamos reunidos en el único cuerpo de Cristo en aras de la misión que nos ha encomendado: ir por todo el mundo y proclamar a todos la Buena Nueva. Un servicio de adoración vibrante es aquel que nos renueva y fortalece para el trabajo que estamos llamados a realizar en el nombre de Jesús.
Todos somos conscientes de que en Estados Unidos, y en muchas otras partes del mundo, aunque no en todas, la asistencia a la misa dominical ha ido disminuyendo desde hace décadas. El Congreso Eucarístico Nacional que celebraremos en Indianápolis este mes, del 17 al 21 de julio, pretende ser una respuesta positiva a esta inquietante tendencia. Antes, durante y después de esta ocasión histórica, procuramos elevar en alto la hostia sagrada y recordarnos a nosotros mismos y a todos los que nos encontremos que Cristo está presente entre nosotros y que estamos verdaderamente ¡Vivos en Cristo!
Los animo a que se unan a darle la bienvenida a los miles de peregrinos que viajan desde todo nuestro país y más allá para celebrar el X Congreso Eucarístico aquí en Indianápolis, la llamada Encrucijada de Estados Unidos.
Que nos reunamos como una comunidad de fe, esperanza y amor en amistad con Jesucristo y que aceptemos con entusiasmo esta oportunidad de que el Espíritu Santo de Dios revitalice nuestro culto y nos renueve en el desempeño de nuestra labor como discípulos misioneros de nuestro Señor Jesucristo. †