Coordinador del ministerio hispano encuentra alegría en ayudar a los demás
Saul Llacsa, new archdiocesan coordinator for Hispanic ministry, smiles before offering the opening words at the archdiocesan V Encuentro event at St. Andrew the Apostle Parish on Sept. 30. He started in the role in July. (Photo by Natalie Hoefer)
By Natalie Hoefer
Saúl Llacsa rememora el momento que definió el rumbo de su vida con una voz apacible y reverente.
“Tenía 14 años,” recuerda. “Vi a mi madre llorando en el patio de atrás, arrodillada y llorando.
“Le pregunté: ‘¿Por qué lloras?’ Y me respondió: ‘Le ruego a Dios todos los días para que ponga comida en nuestra mesa.’ ”
“Vi en ella el ejemplo de Jesucristo. Jesús entregó su vida por nosotros. Y en ese momento me dije: ‘¿Por qué no puedo yo entregar mi vida para que otros puedan vivir?’ ”
A partir de ese día, en su natal Tarija, en Bolivia, Sudamérica, Llacsa, de 31 años, ha “sentido que Dios me llama a ser más; más que simplemente ayudar a los demás: a seguirlo.”
Ese llamado lo condujo a Indianápolis, donde se convirtió en julio de este verano en el coordinador del ministerio hispano de la arquidiócesis.
Pero Llacsa siempre ha sentido en su corazón el deseo de ayudar a otros a través de la Iglesia.
“Crecí en la Iglesia,” observa, destacando que su madre era la coordinadora de educación religiosa de su parroquia.
Después de convertirse él mismo en catequista, afirma, “siempre intentaba descubrir qué me pedía Dios que hiciera.
“Parecía que me encantaba ayudar a mis vecinos; en verdad disfrutaba hacer cosas para ayudarlos a ellos y a los demás, y el hecho de poder transformar vidas.
“Y en ello me sentía recompensado. Con solo ver la alegría en las otras personas, yo me sentía feliz.”
Sin embargo, su padre quería que él se graduara de abogado “y después, podrás hacer lo que quieras con tu vida,” recuerda Llacsa.
Efectivamente estudió Derecho y cursó una maestría en filosofía católica, además de estudiar teología durante dos años.
En 2011, los dos padres de Llacsa fallecieron.
Al año siguiente, se reunió con su hermano en Naperville, Illinois.
“Mi hermano me dijo: ‘Saúl, ¿te gustaría aprender inglés para poder ayudar a más personas?’ ¡Esa idea me resultó muy tentadora!” Comenta Llacsa riéndose.
Cursó estudios de seminarista para convertirse en sacerdote de la Arquidiócesis de Nueva York, pero más adelante se dio cuenta de que no estaba llamado al sacerdocio.
Sin embargo, los años que pasó en el seminario no fueron en vano. En octubre de 2015, como seminarista, fue invitado a servir en las Vísperas que ofició el papa Francisco en Nueva York.
“Fue muy conmovedor ver al Papa Francisco frente a frente,” recuerda. “Le sujeté el misal. A través de la sucesión divina, él es Pedro y sencillamente no existen palabras [para describir la experiencia de ver] a Pedro, la roca, delante de ti.”
Óscar Castellanos, director de la Oficina para el ministerio intercultural de la arquidiócesis, describe la función de Llacsa como coordinador del ministerio hispano arquidiocesano como un “enlace entre las demás oficinas diocesanas, otros grupos y ministerios.”
“Hace 10 años, [el ministerio hispano de la arquidiócesis] se concentraba más en el ministerio pastoral que en adaptarse a la cultura,” explica Castellanos. “Intentábamos atender las necesidades básicas de la preparación sacramental.
“Pero nos estábamos convirtiendo en una mini diócesis, prestando servicios, pero de algún modo desconectados de la Iglesia madre.
“Ahora observo que [la función de la arquidiócesis] está cambiando, más bien enfocándose en alguien que pueda dirigir los ministerios hispanos [de las parroquias] hacia las demás dependencias. Estamos intentando colaborar.”
Pero esto encierra sus propios desafíos.
“Existen diferencias culturales entre los latinos,” señala Llacsa. “Los latinos de Sudamérica no son todos iguales, y son distintos de los de Norte o Centroamérica. Las distintas comunidades tienen diversas necesidades, pero estamos dispuestos a trabajar con todas ellas.”
Independientemente del país del que provengan los católicos latinos de la arquidiócesis, Llacsa espera “ayudarlos a integrarse más y ser más útiles a la sociedad, para de esta forma también demostrar los dones y la belleza del pueblo latino en Estados Unidos, pero siempre manteniendo nuestro norte en Jesucristo.”
Y cuando no se está ocupando de estas cosas, Llacsa disfruta pasar tiempo en otros lugares: en Naperville visitando a su familia, trotando en los senderos y horneando en la cocina.
“Al criarme con tres hermanas y ser el menor [de siete hijos], en cierta forma me obligaron a meterme en la cocina,” dice riéndose.
Su talento no ha pasado desapercibido.
Sus compañeros de trabajo “ya le han hecho pedidos” de pasteles, afirma Castellanos.
Pero lo que es más importante, asegura que la capacidad de adaptación de Llacsa y su pasión por la fe son aspectos que lo distinguen.
“Buscábamos a alguien que tuviera experiencia y, al mismo tiempo, estuviera dispuesto a trabajar en una situación que resulta bastante peculiar, con la transición al nuevo arzobispo y un despacho que también se encuentra en transición,” comenta Castellanos, quien se ha desempeñado en su propio cargo desde hace menos de un año.
“Cuando nos reunimos con Saúl y lo entrevistamos, fue algo que notamos inmediatamente,” afirma. “Estaba dispuesto a decir: ‘Esto es lo que yo puedo aportar, pero estoy aquí para aprender.’ …
“Y lo principal es su pasión al hablar acerca de su fe. Cada vez que tengo la oportunidad de hablar con él por teléfono o por correo electrónico, percibo esa pasión.”
Llacsa exuda esa pasión.
“Amo a mi Iglesia” recalca. “Mi esperanza se encuentra en mi Dios y en mi Iglesia. Eso es lo que me motiva a seguir adelante.” †