El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Los santos caminan con Jesús en el sendero de la vida
En su audiencia semanal del 7 de abril, el papa Francisco compartió sus pensamientos sobre el papel que desempeñan los santos en la vida de la Iglesia. La comunión de los santos incluye a mujeres, hombres y niños—tanto vivos como fallecidos—que nos muestran cómo seguir las huellas de Jesús en los momentos buenos y en los difíciles.
“Un santo que no te remite a Jesucristo no es un santo, ni siquiera cristiano,” señala el Santo Padre. “El Santo te recuerda a Jesucristo porque recorrió el camino de la vida como cristiano.” Tomamos a los santos como ejemplo no porque sean o hayan sido personas perfectas sino porque una vez fueron personas pecadoras que se arrepintieron y dejaron que la gracia de Cristo transformara sus vidas.
Como nos recuerda el papa Francisco, la primera persona que fue “canonizada” como santa fue un ladrón. “Y fue ‘canonizado’ no por un Papa, sino por el mismo Jesús.”
La tradición lo llama Dimas, el Buen Ladrón, y aunque no sabemos casi nada de él, lo que sí sabemos por el relato de san Lucas sobre la crucifixión es que, mientras estaba colgado en la cruz junto a Jesús, le pidió al Señor que se acordara de él (Lc 23:42) cuando llegara a su reino. Este reconocimiento del señorío de Jesús confirma que él, y el otro hombre que fue crucificado junto con ellos, eran pecadores culpables de muchos delitos, mientras que Jesús no había hecho nada malo.
Como ilustra este pasaje del Evangelio, “un santo es el testimonio de un hombre o una mujer que han conocido a Jesús y han seguido a Jesús.” Encontramos santos de todas las edades, temperamentos y habilidades imaginables. Lo que tienen en común es la forma en que el encuentro con Jesús cambia sus vidas. “Nunca es tarde para convertirse al Señor, bueno y grande en el amor,”, dice el papa Francisco, citando el Salmo 103:8.
Únicamente la Santísima Virgen María estaba libre de pecado; el resto de los santos refleja nuestra humanidad herida, resultado del pecado original de nuestros primeros padres. Cuando reconocemos la humanidad esencial de todos los santos, podemos acudir a ellos y buscar su ayuda en momentos de tentación o duda.
“Los santos nos recuerdan que también en nuestra vida, aunque débil y marcada por el pecado, la santidad puede florecer,” nos enseña el Sumo Pontífice.
El llamado universal a la santidad, subrayada en las enseñanzas del Concilio Vaticano II, se concreta en la vida de los santos. Sus luchas con la fe, con la humildad, con la castidad e incluso con pecados aparentemente nimios como la impaciencia, los chismes o los prejuicios de poca monta, nos acercan a ellos. Saben lo que es vivir la vida cristiana de forma imperfecta. “Podemos y debemos pedirles que intercedan por nosotros y por el mundo entero,” afirma el Papa, citando el Catecismo de la Iglesia Católica (#2683).
Cuando invocamos la intercesión de uno o varios santos en nuestra oración, reconocemos que la muerte no puede separarnos completamente de los que nos han precedido. “Los santos todavía están aquí, no lejos de nosotros; y sus representaciones en las iglesias evocan esa ‘nube de testigos’ que siempre nos rodea (cf. Hb 12:1),” nos recuerda el papa Francisco. Se trata de una gran paradoja porque, como sabemos muy bien, los que han muerto, tanto santos como pecadores “todavía están aquí, no lejos de nosotros” en el sentido ordinario. Su cercanía con nosotros es espiritual, no corporal, pero para las personas de fe esta intimidad espiritual es muy real.
“Hay una solidaridad misteriosa entre los que han pasado a la otra vida y nosotros los peregrinos en esta,” asegura el Santo Padre. “Nuestros seres queridos fallecidos continúan cuidándonos desde el Cielo. Rezan por nosotros y nosotros rezamos por ellos, y rezamos con ellos.”
Esta “solidaridad misteriosa” es el pilar de la fe cristiana: Porque creemos en la resurrección de Jesús, y en su promesa de que resucitaremos en el último día, afirmamos de buen grado que los que nos han precedido permanecen con nosotros, “todavía están aquí, no lejos de nosotros,” a pesar de que parezca lo contrario.
Qué afortunados somos de tener una “nube de testigos” tan grande que intercede por nosotros en tiempos de necesidad. Pidamos la gracia de seguir a Jesús caminando con los santos y permitiéndoles estar cerca de nosotros en todas las épocas.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †